El anfitrión de este encuentro sería el emblemático cerro Pan de Azúcar, aquel que se hizo famoso por arrancar las vidas de cientos de personas hace ya varios años, pero también, aquel que ofrece amablemente sus espacios abiertos, llenos de aire puro y naturaleza, para que las personas que habitan en sus laderas lo conviertan en su patio trasero y tengan allí la recreación que de otra forma no podrían obtener.
Eran las 9:30 de la mañana y por fin la familia estaba completa, voluntarios y familias eran una sola sonrisa mientras iniciaban el ascenso a la colosal montaña, ya en su cima, no podía faltar el picadito de fútbol, entre los Rodillones y las Longanizas, obteniendo un resultado final de 2 goles a 0, con victoria de las longanizas y su figura estrella, el jugador traído de Bogotá, Javier Camilo Redondo.
Llego la hora del almuerzo y todos disfrutaron de los tamales que preparó dona Elvía, que aunque ya estaban bastante fríos dejaban que quien los comía se dieran cuenta de la excelente sazón de la mujer, una amigable charla prosiguió la hora de la comida, y nuevamente los ánimos y el cuerpo estaban dispuestos a continuar la faena.
Las dinámicas, carreras de encostalados y demás actividades hacían que todos los que allí se encontraban preguntaran por qué esta actividad no se había realizado antes, y pedían que no fuera la última vez. Las risas, caídas, gritos y alegría en general cambiaban el ambiente del cerro.
Ya cuando caía la tarde, el destino era el monumento a la virgen, erigido en lo más alto del cerro, y allí con esa vista espectacular de Medellín, vista que solo puede ser ofrecida por sus siete cerros tutelares, llegaba a su fin un día de integración que no había tenido precedentes, pero que todos esperan que tenga muchas continuaciones.